Que el mundo verdadero es un mundo de ideas o esencias es algo que había sido pensado por Platón. Es sabido que la esencia de una cosa es el ser de dicha cosa, el cual se manifiesta en una definición correcta. Si, por ejemplo, es verdad que los cuerpos son extensión, entonces la esencia de los cuerpos es la extensión. Luego el mundo inteligible comprende el cuerpo extenso. También el guerrero valiente, porque en la definición de guerrero tiene que entrar el valor. Un guerrero cobarde es un falso guerrero. Esto no es así por capricho, sino por la necesidad interna de la cosa. Es cierto que en la realidad sensible existen muchos guerreros cobardes. Podrían incluso serlo todos sin excepción, pero ello no afectaría a la definición. Platón se habría limitado a señalar que lo sensible es falso y carece de existencia.
También Hegel acepta que no son lo mismo la idea de la cosa y la cosa tal como existe. Es de suponer que admitiría asimismo de buen grado que la idea de guerrero incluye necesariamente el valor, aunque en la práctica existan sólo guerreros cobardes. De ahí deduciría él que los guerreros existentes son falsos, pero no porque el valiente esté en el hiperuranio platónico, sino porque la realidad entera es falsa y la idea es abstracta, inexistente, por más verdadera que sea, cuando se separa de ella.
La realidad es falsa por contradictoria: cuando se dice que el guerrero es valiente se dice la verdad, mas cuando se encuentra alguno que es cobarde se comprueba que no es guerrero, lo que es lo mismo que aceptar que A es no–A. Esto se explica porque la Idea se ha distanciado de sí negándose en la realidad sensible, no porque Idea y realidad sensible sean dos mundos distintos. La dialéctica platónica era relación entre ideas generales ajenas a los objetos: no puede haber definición verdadera de triángulo si no la hay antes de polígono, ni de polígono si no la hay de línea recta, ángulo, etc., pero los triángulos y los polígonos concretos son la hojarasca de la que debe prescindir el sabio para comprender el mundo verdadero.
La dialéctica hegeliana exige que lo real sea negado para que exista en su verdad. Para que el guerrero sea auténtico no basta con que lo sea su definición abstracta, sino que si el guerrero ha de ser guerrero tendrá que dejar de ser cobarde. El ser de la Idea existe en su negación, en el no-ser. Para ser lo que es la realidad habrá de retornar a la Idea negándose.
Al borrar la diferencia entre lo existente y lo inteligible y presentar lo segundo realizándose en lo primero, Hegel dota al pensamiento filosófico de la mayor expansión posible. La razón había sido en Aristóteles el dios al que todo tiende, en muchos filósofos medievales el asiento de las ideas divinas que ordenan el mundo, en Kant la suprema legisladora del ser y la acción. Faltaba todavía pensar que es todo cuanto existe, Dios mismo desplegándose en el mundo y reabsorbiéndose después en una unidad absoluta. Ésta fue la tarea que Hegel se impuso. Su filosofía presenta a Dios, o la Idea, mostrándose en las categorías lógicas del entendimiento, la naturaleza externa, la historia humana y el Espíritu Absoluto, donde por fin recobra su ser disperso y lo conoce después de haber recorrido todos los caminos posibles.
(Extraído de Historia de la filosofía. 2 Bachillerato, Lección 7. Siglo XIX)