España: el todo y las partes

Un individuo nacido en Reus el año 1850, de nombre Joaquín Bartrina, dijo lo siguiente:

Oyendo hablar a un hombre, fácil es
Acertar dónde vio la luz del Sol:
Si os alaba a Inglaterra, será inglés;
Si os habla mal de Prusia, es un francés,
Y si habla mal de España, es español.

Son versos que expresan la inclinación de muchos españoles a escarnecer su nación y su historia y a poner en solfa un día sí y otro también su unidad y su existencia. Parecería que se han tragado toda entera la leyenda negra y la están regurgitando, como los bueyes. Los alemanes, franceses, chinos, rusos y americanos tendrían muchos más motivos que los españoles para comportarse de ese modo, pero se cuidan mucho de hacerlo.

En España, por el contrario, es corriente sentir vergüenza. Se celebran las regiones, cuya estructura política actual deriva exclusivamente de la Constitución Española de 1978 –una de las muchas constituciones que ha tenido España- y no de una historia regional inexistente si se la separa del conjunto. En los institutos de bachillerato, por virtud de una leyes de enseñanza destinadas a falsear la realidad o a encubrirla, se enseña a los jóvenes la idea que España es un agregado de partes, cuando es justamente al revés. Las partes existen aquí después del todo y sin él no serían lo que son.

Hasta en el lenguaje corriente se pretende disfrazar este hecho. Se da al todo el nombre de Estado, un nombre que propuso el mes de octubre de 1936 el general Franco, no con el fin de evitar el de España, sino el de República y el de Reino.

Sucesores semánticos suyos son quienes ahora sí procuran evitar el de España y procuran convencer a otros de que lo que en realidad existe son diecisiete partes firmantes de un contrato constitucional que habría originado el Estado Español, como si éste hubiera empezado a existir después de 1978 y como si la Constitución de aquel año no fuera más que una serie de normas que habrán acertado mejor o peor a reflejar la tradición nacional más antigua de Europa.

El patriotismo se restringe según ellos a las supuestas naciones firmantes. Al patriotismo español le reserva la izquierda socialdemócrata el pedante título habermasiano de patriotismo constitucional.

Share

Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
Esta entrada fue publicada en Filosofía práctica, Política. Guarda el enlace permanente.