Los liberales

El imperialismo bonapartista entró en España con los ejércitos de Napoleón, que destituyó a los reyes, impuso la Constitución de Bayona, inspirada en la francesa y votada por una asamblea estaba compuesta de cincuenta representantes de la nobleza, cincuenta del clero y cincuenta del pueblo llano. La asamblea no era nada democrática ni “representativa”. A sus seguidores -Leandro Fernández de Moratín, Meléndez Valdés, Diego de Hermosilla, Francisco de Goya, etc.- se les llamó afrancesados. En nuestros días estamos teniendo ocasión de ver cómo sus seguidores no caen en la cuenta de que defienden el imperialismo bonapartista.  El carácter izquierdista de aquellos no puede ponerse en duda, sobre todo porque se definían en relación a la Nación española, lo que se prueba por el hecho de que protestaran, aunque levemente, contra la adhesión a Francia de los territorios al norte del Ebro. No obstante, eran traidores de lesa patria en aquella coyuntura por colaborar con el invasor. Los liberales de Cádiz los habrían fusilado si hubieran caído en sus manos.

En el otro bando, el de los que lucharon contra el invasor, había dos tendencias, la de los llamados serviles por sus adversarios, por ser partidarios del Antiguo Régimen, y los liberales, partidarios de la soberanía nacional y, por esto, de la Nación española, lo cual es también suficiente para catalogarlos en la izquierda.

Ambos mantenían la necesidad de luchar contra el invasor, por lo que eran enemigos a muerte de los traidores afrancesados, pero también eran enemigos entre sí. Su alianza era circunstancial. Liberales eran Jovellanos, Inguanzo, Argüelles, Muñoz Torrero, etc. Ellos eran la izquierda genuina, definida por referencia a la Nación española y defensora de la soberanía de los ciudadanos frente a la del rey. La constitución que ellos produjeron, la del 12, no era un calco de la francesa. Se parecía más a la de Bayona. No rompía la alianza del Trono y el Altar, pero abolía la Inquisición y el voto de Santiago, instituciones ya de muy poca importancia durante el siglo XVIII. Eso sí, proclamaba que la soberanía reside en la Nación.

No es de extrañar que las dos facciones se enfrentaran posteriormente. Los llamados serviles, haciendo suya esa descripción insultante se levantaron en Sevilla cuando el destronamiento de 1823 y propagaron por toda España su rebelión al grito de “¡Muera la Nación, vivan las cadenas!”, según dice D. Modesto Lafuente en su Historia General de España.

El liberalismo moderado español, importante durante el siglo XIX, fue paralelo a la izquierda radical republicana, que en su versión bonapartista se extinguió en España. Representó a la izquierda frente, por ejemplo, a los carlistas, que representaban la reacción. No obstante, éstos últimos concibieron una república consagrada al Corazón de Jesús en tierras vascongadas. De ahí vino el PNV, que en ocasiones pretende definirse como izquierdista por su antifranquismo, lo cual es algo delirante.

Cuando aparecieron otras generaciones de izquierda de orientación social y no solo política, los liberales viraron a la derecha. Más bien es que la toma de postura de estos nuevos movimientos los dejó a la derecha, como sucede con alguien que está a la izquierda de otro cuando llega un tercero y se sitúa a su izquierda, pues él, sin haber cambiado su posición, queda a la izquierda de este último.

Esta corriente de izquierda surgió del propio liberalismo. Se llamó a sí misma liberalismo radical, liberalismo demócrata, etc. En la España de principios del siglo XX el liberalismo estuvo representado por Azaña, Unamuno, Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, etc. Estos liberales de izquierda siguieron manteniendo los parámetros de los primeros liberales frente a los radicales y los conservadores: unidad de la Nación, separación de Iglesia y Estado, etc. Su definición era política, no social ni económica, como tal vez la del Partido Comunista y el Partido Socialista Obrero Español. Parece que esta izquierda sigue viva todavía a partir de la Constitución de 1978, situándose entre el conservadurismo y las izquierdas de generaciones posteriores.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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