Solidaridad humana

Por resolución número 60/209 de fecha 22 de diciembre de 2005, la Asamblea General de la ONU, decidió “proclamar el 20 de diciembre de cada año Día Internacional de la Solidaridad Humana” por ser la “la solidaridad … uno de los valores fundamentales y universales” en que deben basarse “las relaciones entre los pueblos en el siglo XXI”.

El nombre “solidaridad” parece nuevo y solo a duras penas consigue disfrazar el viejo concepto significado por él. Se trata de un nombre que no debía existir en el idioma español del Siglo de Oro, pues no aparece en autores como Cervantes o Quevedo. Ni siquiera se encuentra en filósofos como Kant o Hegel. Sí se halla, aunque una sola vez en el Diccionario filosófico de Voltaire, bajo el rubro de “Médicos”. Aparece con profusión solo a principios del siglo XX. Mises dedica muchas páginas a hablar de los solidaristas, refiriéndose a los socialistas.

Pero su concepto es muy antiguo. Podría decirse que su puesta de largo en la sociedad de los principios morales y éticos tuvo lugar durante el estreno de la obra de Terencio llamada HeautontimorumenosEl que se atormenta a sí mismo– donde aparece la célebre frase que dice: “soy hombre y nada humano me es ajeno”, una frase que provocó el entusiasmo de San Agustín, según el cual todo el público asistente prorrumpió en un gran aplauso al oírla, lo que era señal de asentimiento.

En el dicho de Terencio se condensa la idea de amor a la humanidad que había sido esbozada por los primeros estoicos griegos bajo el nombre de filantropía, fue perfilada por los estoicos posteriores de Roma bajo del de humanitas y abrazada luego con gozo por los cristianos, que le pusieron el nombre de fraternidad, con el que llegó hasta la Revolución Francesa de 1789, que puso en circulación la tríada de “Libertad, igualdad y fraternidad”.

Era difícil que los cristianos procedieran de otro modo. Los hermanos no lo son por sí, sino por proceder del mismo padre y un cristiano siempre ha pensado que todos los hombres somos hijos de Dios y que no cabe entre nosotros otra conducta que la fraternal.

Pero más tarde hubo que cambiar el nombre, porque se asociaba con demasiada fuerza al cristianismo, lo que desdecía del espíritu secularizador del tiempo. Entonces cobró fuerza el de solidaridad, un nombre incorrecto, porque no expresa universalidad. ¿O no deben ser solidarios entre sí los miembros de la Mafia, sin que puedan hacer extensiva su solidaridad a la policía?

Pese a todo, pase el yerro, que no es importante, y con este nombre o con el que sea demos por buena la dedicación de un día más para celebrar la fraternidad universal, que todos somos hijos de un solo Dios y tenemos como primer mandato ético el de cuidar la vida de todo hombre, incluida la nuestra, por el mero hecho de serlo, pertenezca al pueblo que pertenezca, un mandato moral que Voltaire atribuyó a los médicos, pero que es extensible a todos. Él dijo que: “si existieran hombres que se ocuparan de restituir la salud a los enfermos por los únicos principios de humanidad y solidaridad, serían superiores a todos los grandes del mundo, tendrían algo de la divinidad”. Claro: humanidad y solidaridad, o sea, fraternidad, para tener como un valor absoluto al hombre en cuanto hombre.

(Publicado en La piquera, de Cope-Jerez: 21-12-11 -archivo sonoro)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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