El problema del cálculo económico, tal como fue planteado por economistas como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, se centra en la dificultad inherente a un sistema socialista para asignar recursos eficientemente debido a la ausencia de un sistema de precios libremente determinado por el mercado. ¿Puede la inteligencia artificial resolver este problema o es mejor un mercado libre con inteligencia artificial en competencia?
La inteligencia artificial tiene la capacidad de procesar grandes cantidades de datos en tiempo real, optimizar decisiones y proponer soluciones basadas en algoritmos avanzados. En un sistema socialista, podría ser utilizada para recopilar información sobre las necesidades de la población, los recursos disponibles y las capacidades de producción, con el objetivo de asignar recursos de manera eficiente.
Sin embargo, los críticos sostendrían que incluso la IA más avanzada enfrentaría límites fundamentales:
El primero se refiere a la información dispersa y subjetiva. Hayek argumentó que la información necesaria para tomar decisiones económicas está dispersa entre millones de individuos y que gran parte de esa información es subjetiva y difícil de cuantificar, como las preferencias personales o las circunstancias locales. Una IA, por avanzada que sea, puede tener dificultades para captar esta dimensión subjetiva.
El segundo tiene relación con la dinámica de la innovación. Los mercados libres fomentan la innovación a través de la competencia y el descubrimiento. Una planificación centralizada basada en IA podría carecer del dinamismo necesario para adaptarse rápidamente a los cambios o fomentar la experimentación.
El tercero se refiere a problemas éticos y de poder. Una IA que centralice las decisiones económicas podría derivar en problemas relacionados con el autoritarismo, la falta de transparencia y la concentración de poder en quienes controlen los algoritmos.
Otros sostienen que en un sistema de mercado libre, las IA podrían actuar como herramientas descentralizadas que optimizan la toma de decisiones de consumidores, empresas y gobiernos. Este enfoque tiene varias ventajas potenciales:
Una es la conservación del sistema de precios. Al mantenerse el mecanismo de precios, las IA podrían mejorar la eficiencia sin eliminar la información crítica que los precios transmiten sobre la oferta y la demanda.
Otra es la innovación continua. Un mercado libre fomenta la competencia entre actores económicos, incluidos aquellos que desarrollan y utilizan IA. Esto incentiva la creación de algoritmos más avanzados y mejores servicios.
Una tercera es la descentralización del poder. La competencia entre inteligencias artificiales reduce el riesgo de una concentración excesiva de poder en un único sistema centralizado, preservando la libertad individual y la diversidad económica.
No obstante, este enfoque también conlleva riesgos, como la posibilidad de monopolios tecnológicos o de un uso indebido de la IA por parte de actores privados para manipular el mercado.
En conclusión, el problema de fondo parece residir en el equilibrio entre eficiencia y libertad. Si bien la IA tiene el potencial de superar muchas de las limitaciones prácticas que enfrentaron los modelos socialistas del siglo XX, no está claro que pueda resolver los problemas teóricos más profundos relacionados con la subjetividad humana y la innovación descentralizada. Por otro lado, un mercado libre con IA en competencia podría preservar las ventajas del sistema de precios al tiempo que aprovecha las capacidades tecnológicas de la IA.
En última instancia, el éxito de cualquiera de estas opciones dependerá de cómo se aborden las dimensiones éticas, políticas y económicas.