Dependencia de los entes

El escultor hace la estatua, pero no la piedra, que es obra de la naturaleza. La acción de aquél produce una figura en una piedra, mas no la piedra misma. Así sucede siempre en los objetos del arte y la técnica, e incluso con las obras de la propia naturaleza. Cuando el frío produce el hielo lo hace a partir del agua y cuando nace un árbol es siempre a partir de una semilla que ha podido germinar en el suelo. El material de que se hacen las cosas siempre precede a las cosas.

El que tiene fe en un Dios creador tiene que presuponer que Dios no actúa ni como la naturaleza ni como el hombre, pues entonces habría algo, la materia de que se hacen las cosas, que no sería creada por Él. La materia tiene que ser también obra suya. No debe admitir, por otro lado, que al darse el acto creador se produce un cambio en el ser creado, porque, dado que todo cambio exige un sujeto, habría algo que precede al cambio mismo, lo cual negaría lo que acaba de decirse.

En realidad, crear no es cambiar algo. Nada sucede, pues, cuando Dios crea. Esto solo pasa cuando una materia dada, como la piedra, pasa a ser otra cosa, lo que es un cambio sucedido a un ser y requiere la existencia del tiempo. Pero en la creación no ocurre nada igual, porque todo lo que la cosa es pasa al ser y eso impide pensar en la cosa primero no existiendo y después existiendo. Esta forma nuestra de figurarnos el acto creador no se corresponde con él, si bien hay que aceptar que no tenemos otra manera de pensarlo, porque para nosotros, como dijo Wittgenstein, el mundo es lo que sucede (V. Wittgenstein, L., Tractatus logico-philosophicus, Madrid, Alianza, 1999, proposición 1), y lo que está fuera del mundo está fuera del alcance de nuestra manera de representarnos la realidad. Esta es la razón de que digamos erróneamente que crear es hacer algo a partir de la nada, pues con esto nos estamos refiriendo al cambio, siendo así que en la creación nada cambia. Cuando no hay cambio ni movimiento el estar haciendo algo y el estar hecho son una y la misma cosa. Una acción así se parece al pensar, porque pasar de no pensar a pensar es estar pensando ya. Lo que está haciéndose es ya, y lo es por otro. No hay transición de un estado a otro estado.

Una vez anulada la relación entre un antes y un después, entre un primer y un segundo momentos del movimiento, queda la relación entre el ser que causa y el ser causado. En dicha relación y no en otra cosa consiste  el poder creador de Dios y su acto mismo de crear, pues lo que Él hace pertenece a su esencia: en una dependencia de las cosas con respecto a Él. Es así porque la relación entre Dios y la cosa creada no es una relación de doble sentido, como la que se da entre el padre y el hijo, donde el primero no es lo que es, padre, si el segundo no es a su vez lo que es, hijo, y viceversa. Si hubiera relación de Dios hacia la cosa entonces no sería un ser absoluto. No sería Dios. Esta clase de relación solo puede ser de razón, no real. La relación real se da desde la cosa hacia Dios. Ésta no es algo accidental, sobrevenido a la cosa, sino principio de su ser mismo. Las cosas naturales son, por tanto, seres relativos a otros

(Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologica, q. 45, arts. 2 y 3)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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