En el Liber de causis se dice que, de las cosas creadas, la primera es el ser, lo que ha de entenderse como que lo que se crea no es tal o tal otro ser, sino el hecho de que sea (V. Aquino, T., Summa theologica, q. 44, art. 5). Es necesario comprender que en esta noción el Aquinatense va más allá de lo que fueron los antiguos filósofos, incluyendo a Platón y Aristóteles. En la q. 44, art. 2, de la Summa theologica hace un breve recorrido por el camino seguido hasta llegar a la verdad de estas cosas.
En un primer momento, dice los antiguos no admitieron otros seres que los sensibles y corporales y a partir de esa convicción unos veían el movimiento y el cambio como aumento o disminución en la densidad, otros como la acción de la amistad y la discordia, etc. Todos pensaban que lo principal de los cuerpos, algo en lo que todos ellos deben consistir en realidad, es eterno y en ello cifraban la naturaleza de todo.
Vinieron luego otros que, aun admitiendo que la materia es eterna, observaron que se distingue de las formas sustanciales y que, según sean éstas y según se vayan sucediendo en ella, así serán los cuerpos de una manera u otra. Estos, entre los que se contaban Platón y Aristóteles, atribuyeron los cambios a causas más universales. Pero, dado que “la materia se contrae por la forma en una especie determinada”, estos filósofos continuaron considerando el ser desde un punto de vista particular. Particular es, desde luego, un ser concreto y también una especie frente a las demás, como al tomar en consideración al hombre frente a los animales.
Todavía faltaba el paso que consistía en pensar el ser en cuanto ser y considerar la causa de las cosas no en cuanto se trate de éstas o aquéllas, lo que siempre será considerarlas en particular, sino en cuanto son ser y esto es lo que importa ahora, pues lo que sea causa de una cosa en cuanto que es ser lo será también en cuanto que es tal ser. Y así debe ser entendida la acción de la causa creadora: como causa universal del ser universal.