AMLO

Antonio Manuel López Obrador, un mejicano español a su pesar, que tiene un nombre bien sonoro, de raíz romana y cristiana, se hace llamar AMLO. No le inquieta ni le perturba que le llamen con un acrónimo, como ONU, IBI, FAO, FMI, etc. Tal vez él mismo lo promueve.

Tampoco le inquieta ni perturba el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, por el que Méjico perdió una superficie algo mayor que las de España, Portugal, Francia, Inglaterra, Irlanda, Italia, Alemania, Suiza, Bélgica, Holanda, Austria, Croacia y Eslovenia juntas, a favor de los Estados UnidosEse mismo año se halló oro en California, lo que dio lugar a la «fiebre del oro». El Imperio del Norte se convirtió a partir de entonces en uno de los más importantes productores de oro del mundo. Si reconociera que ahí está el origen real de las desgracias de Méjico, a AMLO quizá le dolería. Apenas había pasado una generación desde la independencia. ¿Para eso querían independizarse del Imperio Español las oligarquías criolllas de la Nueva España? ¿Para entregar más de la mitad de su territorio a un imperio naciente de corte anglosajón? Sigue leyendo

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Socialdemocracia corrupta

En 1918, Rosa Luxemburgo afirmó que la socialdemocracia estaba podrida. Este sistema político había visto la luz en 1875, a partir del Programa de Gotha, que fue una solución de compromiso entre las ideas de Marx, partidario de la violencia revolucionaria para lograr el hombre nuevo socialista, y las de Lasalle, que prefirió la vía pacífica y el progreso lento. Extendida como una mancha de aceite por medio mundo y aceptada luego por los partidos socialistas, y también por muchos no socialistas, esta ideología lo justifica todo en aras del progreso. Cualquier cosa, por delirante que sea, se acepta como buena si se presenta como cosa del mañana. Todo lo que sea progreso es bueno, ignorando que en ocasiones también progresan la maldad y el cáncer. Sigue leyendo

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Para ser de izquierdas

Si no has comprendido que para ser de izquierdas hay que ser víctima de algo entonces es que no sabes bien en qué mundo vives. Uno se carga de razón cuando logra convencerse de que es víctima de algo y eso no es una tarea ardua, sino algo que va con los tiempos. Primero es convencerse a sí mismo, luego convencer a los demás, porque eso del reconocimiento es crucial. Ya lo dijo Hegel, aunque en otro sentido, pero eso no viene al caso. Esto del reconcimiento tampoco es tarea ardua, porque son multitud los que se creen víctimas de algo. Así se va formando el rebaño de los damnificados. Se va logrando entre unos y otros el reconocimiento mutuo. Eso importa mucho. Sigue leyendo

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¡Viva España!

No necesito dar prueba alguna para exculparme de las sombras de la historia de España. Tampoco puedo atribuirme sus fulgores y sentir orgullo por ellos. Yo no estuve en las Navas de Tolosa cuando Alfonso VIII venció a Miramamolín, ni en Lepanto cuando se libró la batalla que lleva ese nombre, ni en Tenochtitlán cuando se destruyó la organización política y religiosa más monstruosa que se haya conocido; no tuve nada que ver con la vuelta al mundo por Magallanes y Elcano, ni con las diatribas del Padre las Casas contra los españoles en Indias, ni con la fundación de Santiago de Chile o la de San Agustín de la Florida. Si alguno de mis ascendientes biológicos tuvo causa en esos hechos, tampoco me alcanza a mí.

Los actuales españoles, los que habitamos territorios que se extieden desde Tierra del Fuego hasta el norte de Méjico y los que vivimos en esta península de Europa, somos herederos de la historia más rica de Occidente, plagada de mitos y leyendas como ninguna, a veces para bien y otras para mal; somos los legatarios actuales de la tradición más extensa y apretada, que cubre los tiempos y espacios más dilatados y dispares. Sigue leyendo

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¿Nuevo Orden Mundial?

Una sociedad no es un mero agregado de átomos iguales, sino de las relaciones cambiantes que entablan entre sí, de sus intereses muchas veces contrapuestos, de sus necesidades, que nunca son las mismas, pues cada poco tiempo aparecen muchas que antes no existían, etc. Nadie puede abarcar con su mente algo así. Menos aún puede diseñarlo un individuo o un grupo. Creer que alguien puede organizar una sociedad de muchos millones de miembros es un grave error. Ni siquiera expulsando a los mayores de diez años, como decía Platón en La República, es posible hacerlo.

La razón humana no tiene tanto poder y no hay programas de ingeniería social capaces de dárselo a alguien. El que algunas sociedades hayan prosperado más que otras, sean más libres o hayan logrado mejores expectativas se debe a que en ellas han cristalizado ciertas tradiciones, como las universidades, el mercado, etc. Pero estas instituciones no han podido ser programadas por nadie. Lo único que cabe hacer ante este hecho es tratar de entenderlo cuando ya está en marcha, no antes. La ciencia de la historia siempre es retrospectiva, nunca profética. Sigue leyendo

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El presente

Que Dios ha muerto significa para el filósofo prusiano que Europa se enfrenta a la desaparición de los valores racionales y morales que la han guiado hasta el presente. Hay todavía quien sigue fingiendo que queda algún rescoldo del fuego antiguo, pero incluso él está secretamente convencido de la extrema fragilidad de aquellos valores, aunque sigue aferrándose a ellos por ver si llena el hueco que ha quedado. Una voluntad incapaz de querer algo se ha convertido en su propio verdugo, tornándose voluntad de la nada. Un hombre se inmolaba antes al más allá religioso. Ahora dice que, habiendo sustituido ese más allá por el ideal científico, causa del derrumbamiento del anterior edificio en el interior de su conciencia, se entrega a la búsqueda de la verdad objetiva. Pretende seguir orientando hacia la verdad el afán que el creyente orientó hacia Dios. El ateo es el hombre más piadoso que hay. Es víctima de su deseo de verdad porque no puede permitirse el lujo de creer en la religión. Dios ha matado a Dios. La tradición moral y religiosa se ha suicidado. Su acta de defunción es el nihilismo del presente. Sigue leyendo

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