El Anteproyecto de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans, etc. habla de libre determinación de género. Preciso es advertir que la primera parte, «libre determinación» va por buen camino, pero no la segunda, «de género».
Uno puede dirigir su ser hacia un lado u otro, bueno o malo. O sea, que puede determinarse. Es más, no tiene más remedio que hacerlo, pues determinación de sí es libertad y los humanos somos libres, tanto si queremos como si no. Este es, dicho sea de paso, uno de los principios más importantes del catolicismo.
En lo tocante al sexo, es posible decidir ser un sádico canalla, una buena esposa y madre o un sacerdote casto; para resultar atractivo, un varón puede esforzarse por parecerse a Apolo, aunque no logrará cambiarse por él, y una mujer puede hacer lo propio por asemejarse a Venus, pero tampoco se convertirá en ella. Que hay que hacer algo con lo que uno es parece indudable. Incluso el no decidirse por una cosa o la otra ya es haberse decidido. No decidir, no determinarnos, no está a nuestro alcance. Somos libres por fuerza. Sigue leyendo