A propósito de la ley trans

El Anteproyecto de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans, etc. habla de libre determinación de género. Preciso es advertir que la primera parte, «libre determinación» va por buen camino, pero no la segunda, «de género».

Uno puede dirigir su ser hacia un lado u otro, bueno o malo. O sea, que puede determinarse. Es más, no tiene más remedio que hacerlo, pues determinación de sí es libertad y los humanos somos libres, tanto si queremos como si no. Este es, dicho sea de paso, uno de los principios más importantes del catolicismo.

En lo tocante al sexo, es posible decidir ser un sádico canalla, una buena esposa y madre o un sacerdote casto; para resultar atractivo, un varón puede esforzarse por parecerse a Apolo, aunque no logrará cambiarse por él, y una mujer puede hacer lo propio por asemejarse a Venus, pero tampoco se convertirá en ella. Que hay que hacer algo con lo que uno es parece indudable. Incluso el no decidirse por una cosa o la otra ya es haberse decidido. No decidir, no determinarnos, no está a nuestro alcance. Somos libres por fuerza. Sigue leyendo

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Cuba: la mirada perdida

Tomo este título de una conferencia dictada por D. Joaquín Robles, diputado nacional, el año 2016. Dijo entonces que es lo que percibió cuando visitó la isla. Que en el Malecón, en los pueblos del interior, los cubanos miraban la línea del horizonte sin percibirla. La mirada de quien no espera ver, la visión sin esperanza de las cosas. Es el escrutinio de un futuro que no existe para quien se halla cautivo de un régimen que comenzó, como tantos otros del mismo signo, prometiendo la revolución para la libertad, el bienestar, la justicia social, la igualdad de todos, y desembocó en la tiranía, pues, como dijo Orwell, no se instaura una dictadura para hacer una revolución, sino que se instaura una revolución para construir una dictadura. La revolución ha quedado como un señuelo vacío de que hacen uso los tratantes de cultura: “¡Por la cultura hacia la revolución!”, sin saber ya en qué consiste una cosa ni la otra. Sigue leyendo

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La cultura, sucedáneo de la gracia

Se hace necesario estudiar teología para saber qué lugar ocupa la religión y no confundirla con otros sectores de la vida, como es el caso del concepto de cultura que a continuación pretendo analizar, siquiera sea de modo escueto y simple. El actual concepto de cultura es un sustituto de la idea de gracia. No es el único que ha adquirido carácter religioso. También están el de progreso, el de utopía y otros.

Soy deudor de Gustavo Bueno en las consideraciones que siguen.

1. La fuerza expansiva del concepto

Algo muy digno debe hallarse en la idea de cultura cuando son tantos los que se inclinan ante ella y le rinden veneración. Tal vez sea que “la cultura hace al hombre”, como dicen muchos. O que, como dicen otros de manera redundante, sin ella seríamos como las bestias del campo, libradas a su mero instinto. ¿Cómo no inclinarse ante lo que nos eleva sobre nosotros mismos al liberarnos de nuestra animalidad? La cultura es lo supremo, la diferencia específica que separa al hombre de la naturaleza. Hay que mostrarle entonces el máximo respeto. El animal cultural, como define Carlos París[1] al homo sapiens, debe su ser a esa totalidad compleja que incluye elementos tan variados como herramientas y máquinas, normas morales, económicas o religiosas, instituciones sociales, realizaciones artísticas, etc. Sigue leyendo

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XX y XY

Dicen “cuerpo” y dicen “alma”, o “naturaleza» y «cultura”, o “materia” y “mente” (les parece que el primer par es algo religioso, católico, que debe ser abolido), como si se refirieran a cosas distintas. Son cartesianos, acaso sin saberlo: “para ser yo no necesitaba cosa alguna material ni cuerpo alguno en que me hallase”, afirmaba el filósofo que refundó el dualismo. Ellos afirman que uno puede sentirse hombre en el cuerpo de una mujer y viceversa. No les importa que para sentirse hombre o mujer tiene que haber antes hombre y mujer, algo que ha puesto de manifiesto en estas fechas un profesor de biología, por lo que ha sido castigado. Pero en su cabeza caben todas las peticiones de principio y todas las contradicciones.

A un ser que se siente XY en un XX, o al revés, le es forzoso, continúan diciendo, buscar el cuerpo en que acomodarse y, dado que la metempícosis les está todavía vedada y no hay otro cuerpo que el suyo, pese a Descartes, recurren a tratamientos hormonales y cirugías para hallarse a gusto en él, figurándose que lo han cambiado por otro. Pero son sólo figuraciones, por mucho que acuda en su auxilio la ley que ellos mismos redactan y promulgan, pues la ley no cambia la realidad. Sigue leyendo

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Representación política

Representa a alguien el que hace algo en nombre y por cuenta de él. El origen de esta peculiar relación humana está en el contrato de mandato entre particulares, por el que el mandante encarga al mandatario que haga por él cierta cosa según su deseo. Sobre esa plantilla se generaron las Cortes, Estados Generales y Dietas de la Edad Media, y todos ellos fueron a parar a los parlamentos actuales, pero no antes de hacer que la soberanía pasara del monarca absoluto a la nación, al pueblo. La soberanía pertenece desde entonces a la totalidad, pero se tiene que expresar a través de alguna parte suya de modo que las acciones de ésta se imputan a aquélla. No otra cosa es la representación política. La cual no pasa de ser un ensueño tan extendido y carente de fundamento como la antigua teología política que dio respaldo a las monarquías absolutas. Sigue leyendo

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Despreciar al político

Tres son las formas posibles de gobierno, dependiendo de que el mando sea de uno, de varios o de todos: si de uno, será monarquía o tiranía, si de varios aristocracia u oligarquía, y si de todos politeia o democracia, siendo bueno el primero de cada par y malo el segundo. Esto dice Aristóteles en su Política. La lógica no puede refutar esta clasificación, porque o bien hay uno o bien varios o bien todos, y nada más. Las posibilidades son tres y sólo tres.

La lógica así lo dispone, ciertamente, pero la realidad es otra, porque en ésta siempre es una oligarquía la que gobierna. Incluso cuando reinaba Luis XIV, el Rey Sol (“Yo soy el Estado”), el Vicario de Cristo en la tierra según la teología política que respaldaba el gobierno absoluto de Borbones franceses y Estuardos ingleses en contra de la doctrina del Papa de Roma, era de todo punto necesario que hubiera un nutrido grupo de ministros, intendentes reales y otros funcionarios para regir la vida de veintisiete millones de almas que entonces moraban en territorio francés. Sigue leyendo

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