Un hidalgo de Castilla es un hombre nacido en un reino que no vio el mar. Pudo quizá contemplarlo por vez primera en la mirada de doña Jimena, la gentil esposa del Cid Campeador, cuando fue conducida al reino moro de Valencia. Lo cual sucedió mucho antes de que Castilla se asomara a la Mar Océana en unas carabelas gobernadas por un marino genovés.
Nació y vivió su primera edad en un amplio caserón de amplias estancias y pocos muebles robustos -la ropa olía a jabón en los arcones- de uno de esos pueblos que salpican la inmensa llanada, donde el confín a que llegan los ojos se extiende hasta las colinas azuladas. Siempre habría de recordar los campos ocres en invierno, dorados en otoño, verdes en primavera. Sigue leyendo