Laicismo

El laicismo se origina en el humanismo y se transforma en lo que es ahora por la revolución industrial y la revolución tecnológica. Su pretensión es reducir a cero la tensión entre lo divino y lo humano, lo sobrenatural y lo natural, que ha sido siempre el motor de Occidente, para quedarse solo con lo humano y lo natural y expulsar toda fe religiosa, porque, según pregona, las religiones producen el fanatismo y son contrarias a la paz y el progreso.

El laicismo sería, según sus seguidores, la gran aportación de una Europa socialdemócrata a la aldea global del presente. Dios ha muerto. Este espíritu terreno es su sucesor. Apoyado sobre el evolucionismo trocado en dogma, sobre el progresismo y sobre su fe en la tecnociencia, el laicismo tiene aspiraciones totalizadoras. En esto, en su afán por extenderse y abarcar toda vida humana, es igual que el cristianismo que pretende superar.

Pero, dado que la religión es el núcleo de la cultura y la cultura es la forma que adopta una sociedad determinada, el triunfo absoluto del laicismo sería el fracaso total de la cultura y la sociedad. El hundimiento en la inanidad más completa.

En su esencia es lo contrario de la religión cristiana, negadora de la Nada en cuando que la creación a partir de ella es expresión del poder exclusivo de Dios. De ahí que si se niega a Dios se afirma la nada anterior a la creación y se retorna al nihilismo.

Esto no hace del laicismo una herejía de la religión cristiana, como han dicho algunos, sino una pretensión de erigirse en su sucesor, adoptando la forma de una fe religioso-política cuyo seguidor es, como dijo Nietzsche, el último hombre, el hombre que ya no es un trabajo para sí mismo y no sabe ya tender la cuerda de su arco. El hombre de ahora, un tipo vulgar, defensivo, esclavo y gregario, que goza del verde placer del pasto. El desprovisto de voluntad, el más débil que haya existido jamás. El hombre de un tiempo poblado de individuos que se divierten con diversiones masivas y hacen lo que hacen para no ser presa del inmenso aburrimiento de una vida que no quiere nada o, mejor, que quiere la nada.

(Publicado en La piquera, de Cope-Jerez el 09/11/2011: Sonido-09-11-11)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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