Del orgullo gay, quiere decirse. Yo, que, además de urdir la faena a toro pasado en lugar de hacerlo a porta gayola, tiendo a enredarme en las palabras, a hurgar en su pasado y procurar hallar en ellas alguna senda que me lleve al sentido de las cosas, tengo ante mí ahora tres o cuatro que me producen cierta confusión. No sé por qué ha de ser “gay”, ni “orgullo”, ni por qué ha de haber un día al año para celebrarlo, a imitación del santoral.
La primera es “gay”, aplicada al amor entre hombre y hombre, que para este caso no parece prevalecer la ideología de género. ¿Por qué “gay”, vieja palabra venerable que en español se usa para la poesía? “¿Qué cosa es poesía (que en nuestra vulgar ‘gaya scientia’ llamamos”)? Se pregunta el Marqués de Santillana. Antonio Machado, en Baeza tras la muerte de Leonor, dice también: “Heme aquí ya, profesor de lenguas vivas (ayer maestro de gay-saber, aprendiz de ruiseñor)”. Por aprendiz de ruiseñor se tenía Machado cuando lloraba a su amada. Sigue leyendo